Salvatore Adamo, el cantante que le pisaba los talones a Los Beatles: “A veces creo que todo fue un sueño”

Su voz fue como el algoritmo romántico de los sesenta, la prehistoria de Tinder que unía en un distinguido Match almas que de ninguna otra forma se hubieran fundido. El «Jardinero del amor» cantaba y la flecha de Cupido se paseaba entre hippies, moda pata de elefante y boites a media luz en las que sonaba Mis manos en tu cintura.

A los 77, el siciliano que vive en Bruselas y fue nombrado Comandante de las Artes y las Letras en Francia, sigue cantando hasta en japonés. Continúa adaptando composiciones al turco, coreano y alemán, y ya tiene agenda de shows por Quebec en 2022. Su reinado sobrevive más que en arcones domésticos, entre colecciones de discos 33, 45 y 78 RPM. En Spotify es posible redescubrir su obra políglota e inagotable.

Siente que pasó un parpadeo desde aquella mudanza infantil que lo arrancó de los campos soleados de Sicilia y lo llevó a las nubladas ciudades de Ghlin -primero- y luego Jemappes. Todo el recuerdo parece estar encerrado en una guitarra que conserva y cuyas cuerdas decidió no reemplazar para no alterar la ilusión del tiempo: de niño cantaba rasgando una escoba frente al espejo. Su madre lo descubrió y le escribió al abuelo siciliano. Así llegó hasta Bélgica el instrumento determinante de su destino.

Su historia está atravesada por varios «no». Eliminado de un certamen musical de Radio Luxemburgo en 1960, estaba a punto de volver cabizbajo a casa, cuando un miembro del jurado recapacitó y convenció a los demás: «Ese joven de 16 años tiene algo, háganlo regresar». Adamo -que se había presentado a escondidas de su padre- volvió y ganó. «Todavía recuerdo la lágrima de mi papá, quien se oponía a mi carrera, cuando a los días del certamen la radio pasó mi tema. Con ese concurso que gané pude grabar mi primer disco. Los primeros tres no tuvieron éxito. Recién al cuarto lo tuve».

Atiende la llamada de Buenos Aires con la porción de recuerdo quirúrgico. Su última estadía fue en marzo de 2012. Aquella vez cantó en el Gran Rex Un mechón de tu cabello y con su espejo retrovisor aplastante hizo llorar hasta a los sonidistas. Su música formó parte  del filme de Leonardo Favio Perón, sinfonía de un sentimiento. Hoy se ríe de quienes lo redescubren en voz de Raphael o lo descubren en los cantitos de Bart Simpson: es él el compositor de Mi gran noche (Tenez-vous bien en su versión original), el hit que -adaptado- popularizó El niño de Linares.

«Esa vuelta fue particular, porque tenía la felicidad del reencuentro después de décadas, pero la tristeza de la noticia de la muerte de Lucio Dalla. Me acuerdo que llorando por dentro canté Caruso en homenaje», cuenta en un adorable tono áspero. «Hubo un tiempo en que era amigo de Jairo. Jugábamos al fútbol en Francia. En Nueva York una vez encontré a Favio y hubo mucha simpatía. Yo hubiera podido ser argentino». Fuente: www.clarin.com